01 noviembre 2011

Maldito Giordano

Hace un par de días terminé de leer “La soledad de los números primos”, de Paolo Giordano. Primera y única novela hasta el momento de este mocoso literario, nacido en Turín, la tierra de unos de mis preferidos Alessandro Baricco. Giordano es, además, “no escritor”. Mejor dicho, ha escrito unos cuantos relatos antes de esta novela, pero sobretodo ha escrito tratados de física teórica, área en la cual posee un PhD. Los temas que escribe normalmente son pues inmemoriales, ya que por más que trate no puedo ni repetir alguno de sus títulos.

Sin embargo, en “La soledad…” Giordano aborda de manera magistral un tema de lo más cotidiano: la soledad. Lo hace de una manera sutil, sin aspavientos, sin melodramas ni exageraciones. Sus protagonistas, Alice y Mattia son como mucho, personas normales dentro de las anormales características psicológicas e intelectuales que tienen. Pero la relación que ellos viven es la que viviría cualquier pareja que no es o que nunca fue, pero que ¿debió? serlo. La metáfora de esta relación a través del uso de los números primos gemelos – aquellos que están separados sólo por un número par, pero que no se tocan nunca – es formidable y alcanza para entender el desenlace de la novela: Alice se da cuenta de este axioma, no hay nada que hacer. La naturaleza de estos números no es posible cambiarla, lo mismo que su relación con Mattia, por más que los acostumbrados a los finales felices de Hollywood queramos que sea distinto. Un nudo en el estómago me acompañó desde el principio del libro, más exactamente desde que Michela, la hermana gemela de Mattia desaparece y aparece en él el irremediable sentimiento de culpa que arrastrará el resto de su vida, y que le impedirá mantener alguna relación humana de forma normal. El personaje de Mattia es excepcional, y no me cabe en el estereotipo italiano, lo que lo hace más fascinante aún. Él es un héroe en toda su magnitud. Lucha, lucha siempre, sobretodo contra sí mismo, y no cae en el facilismo del suicidio, del dejarlo todo por no poder afrontar la vida, a sus padres, a su entorno, a la vida. Alice es el ser más cercano que tiene, es lo que lo conecta con la realidad. Los números lo que lo abstraen y le ayudan a estar sin nadie, ni siquiera con él. El libro termina como casi todo en la vida, sin un final. No hay “wrap ups”, no hay cierres a lo película gringa, donde los cabos sueltos son impensables. En suma, un libro perfectamente escrito. Horriblemente bien escrito.

Giordano lo logró a los 26 años, sin haber escrito un libro en su maldita corta existencia. Asistió a un par de cursos de escritura en la Scuola Holden. Supe esto último cuando terminé el libro. Hay algo de Baricco en el texto que no pudo escapárseme. No es el tema, seguro. No hay nada fantástico en él. Pero fue en la sutileza de la prosa, en lo complejo y perfectamente delineados de los personajes que el perfume de Baricco asomó entre las doscientos y pico de páginas. Giordano además escribió el libro como cumpliendo una promesa que le hizo a una amiga de la facultad. Y qué manera de cumplirla. A su edad ya ganó el premio más importante de las letras italianas, y vendió en el 2008 más de un millón de copias sólo en Italia, siendo el libro más vendido del país en ese año. Para colmo, y como si esto no fuera importante, el tipo podría ser modelo profesional. Falta que sea un eximio deportista y un músico para que sea Dios.

“La soledad de los números primos” ha pasado directamente a la lista de mis Top 10 books ever read, pero este mocoso ha caído directamente en mi lista negra de los seres más despreciables del planeta. Ojalá que su segunda novela, si alguna vez la publica, sea un fracaso literario. Sólo así podré comprobar que es humano.

12 mayo 2010

Qué tarado era - ¿soy?

Ahora que tengo 40 y menos puedo decir categóricamente que, después de los 20 y hasta más o menos los 24 años, era un tarado completo. No es que babeara ni hablara como mongo, pero mi supuesta gran inteligencia, o mejor dicho, la enorme sombra que proyectaba mi ego me impedía ver lo tarado que era. Me refiero a la forma de comportarme con otros. Ahora que veo a mi hija menor de 3 años hacer berrinchitos por cada cosa, para llamar la atención de propios y extraños, me avergüenzo, porque veo esa conducta muy parecida a la que tenía yo en mis "early-20's".

A los 21 años - puede haber sido antes, pero no importa - hacía hasta lo imposible por decir quién era, cómo pensaba. Funcionaba como un producto en lanzamiento: vendiendo aquello que lo hace único y lo diferencia del resto. Así iba yo, con mi pauta publicitaria a flor de piel - y de boca - haciendo que todos noten lo diferente que era del resto, de la chusma limeña. retrógrada y limitada por no ver lo que yo ya véia, por no pensar lo que yo ya pensaba, por desconocer lo que yo ya "dominaba".

El otro día un tal Falcon19 comentó un post que publiqué en mi otro blog Baja-de-tu-nube, y su postura me llamó la atención. Empezaba criticando la extensión de mi blog - el cual tenía el ridículo tamaño de sólo cuatro párrafos - y terminaba resumiendo - para que me quedara claro - que debía acortar mis posts para que sean dignos de este visitante. Por supuesto me piqué - otra de las conductas características de este servidor - y contesté rápidamente. Pero la curiosidad por saber de quién se trataba me llevó a su blog, total, eso es lo que sucede en este ambiente ¿no?: tú me visitas, yo te visito; tú me comentas, yo te comento. Al leer sus dos últimos posts me hice una imagen de este personaje, y el juicio al cual esta imagen me llevó me dejó inquieto.


Falcon19 debe tener, o tuvo hace poco, 19 años. Eso de llamarse Halcón en inglés ya resulta prosaico, pero este elemento es sólo anecdótico. Los dos posts se referían a "revelaciones" sobre temas religiosos, donde nuestro amigo - o amiga, no sé - se esforzaba por aclararnos temas fundamentales de la doctrina cristiano-católica que él "ha visto". Osea, los demás no pues. Más allá de lo que decía, la forma de expresar su pensamiento me recordó a mí mismo a esa edad - si es que tiene 19, si tiene más, algo anda mal con este sujeto. Era un alguien que se siente nadie diciendo "aquí estoy". Es decir, la misma actitud petulante y por encima del resto que percibí en su comentario a mi blog.

Pero dejemos a nuestro halcón por un momento, ya que quería que este post fuera una autoreflexión. Ir con la banderita de la diferenciación, del "yo soy único", enarbolada y ondeando por donde vaya es una postura legítima de la mayoría de adolescentes y jóvenes. Nuestra propia inseguridad a esa edad, por no saber quién queremos ser finalmente, nos hace refugiarnos en casilleros donde creemos saber todo. El casillero es chico y podemos dominarlo poniéndonos en la esquina espalda contra pared. Es fácil ubicarnos: "ah sí, es ése, el de la esquina de allá". Es fácil para uno mismo ubicarse y así tener identidad propia, ya que no sabemos en ese momento que esa supuesta identidad que queremos reflejar ya la han tenido millones de personas antes que nosotros y la tendrán un millón más después. Pero qué más da. En nuestro diminuto entorno me hace ser alguien, único y diferente para el resto, aunque me consideren el "único tarado" por ser como soy. Esta necesidad de diferenciación me hizo altanero, irrespetuoso con otros, incluso con personas mucho mayores y con mucho más kilómetros vividos. Me hizo irreverente y pretensioso. Cuando el reflector no estaba sobre mí tenía que salir con algo para que la luz me ilumine un poco y no pierda protagonismo: religión, política, temas filosóficos, y cualquier asunto que pueda enronchar a otros eran mis preferidos.

Hoy, gracias a Falcon19 - me inspiraste pues - puedo reconocer que la humildad te hace humano - será por eso que las dos palabras empiezan muy parecido. Uno puede pensar como quiera, pero reconocer que los demás también piensan como ellos quieren y no cómo uno quisiera que lo hagan es una cualidad que, aunque parece muy lógica y hasta obvia, sólo se desarrolla con los golpes que uno recibe a cambio de los que uno da siendo un tarado. El problema es que cuando se ha sido tarado, y muy tarado, las taras no desaparecen del todo. Por eso, los inteligentes nunca dejan de cambiar: allí reside la verdadera sabiduría.

Salut

11 marzo 2007

Excremento aqui????


Dicen que los ricos no se ensucian. Que su caca huele a rosas y limón. Dicen que incluso algunos ni siquiera cagan.

Déjenme contarles algo. Hoy, en el club más exclusivo de Lima, pedazos de excremento humano flotaban cual botecitos de juguete en su gran piscina olímpica. Sí, la piscina que fue remodelada hace un par de años, con tecnología térmica para regular la temperatura del agua al gusto del clima imperante, albergaba en una esquina partículas amarronadas que parecían chocolates Princesa que algún niño descuidado dejó caer. No eran chocolates. De eso estuve seguro minutos después de ver pasar a mi lado, libre y relajado, uno de esos pedacitos. Pero sí creo que fue un niño descuidado el que, inhabilitado por el inminente desfogue de la materia comprimida en su intestino, decidió dar libertad a sus esfínteres y depositó dentro del agua clorada una inmensa mierda apelotonada, que el propio cloro se encargó de separar. Hubo pedazos flotando, ya les dije que lo comprobé, por todos lados. Pero la alerta máxima, la que me hizo finalmente reaccionar, fue el alarido de un niño de unos doce años quien, con aspavientos de alguien que se está ahogando, gritábale al salvavidas de turno, excremento!! excremento!! hay excremento en la piscina!! Pueden imaginar la cara del salvavidas: desencajado por no saber a quién tenía que salvar, si al niño que parecía ahogarse, o al mojón que flotaba campante y hacía huir a la muchedumbre acuatizada como si fuese un tiburón acechando la costa.

Salí de la piscina para calmar al buen hombre, quien da su vida por otras vidas, e informarle con calma y de manera oficial que, efectivamente, había caca en la esquina oeste de la gran piscina olímpica. "Por favor señor, podría avisarle a alguien de limpieza que recoja la caca?". "Sí, sí, claro. Un momentito". El pobre salvavidas se enfrentaría, esta vez, a una misión que jamás le tocó vivir antes, y para la cual nunca fue entrenado. Al no encontrar a nadie de limpieza en ese momento, y ante el griterío creciente de niños, jóvenes, padres y madres húmedos, que señalaban las coordenadas exactas de todos y cada uno de los mojones, el salvavidas decidió encarar el problema por sí mismo. Dejó el flotador a un lado y agarró firmemente el mango del limpiapiscinas. Bordeó la piscina mientras recojía los pedacitos más pequeños, dejando para final la batalla más dura: Un extraño pedazo de mierda descansaba al fondo de la esquina oeste. Debió ser tan compacto que no contenía aire ni gas alguno que le permitiera emerger. El hombre-héroe rascó el fondo para asegurar que no quedara nada pegado, y rescató de las aguas un mojón del tamaño de un menhir. El salvavidas caminó cuidadosamente, mientras sostenía el mojón con el limpiapiscinas, hasta el tacho de basura más cercano y arrojó el vil excremento a su posteridad. En ese momento, la muchedumbre que se había concentrado alrededor del evento, rompió en vítores y aplausos para el héroe que había, una vez más en su larga carrera al servicio de la gente, salvado un material orgánico de las inclemencias del agua. Sólo que esta vez no había salvado a un inocente nadador, sino a un tremendo pedazo de mierda. Y él lo sabía.

18 febrero 2007

Lo que el viento (y el verano) se esta llevando


Hoy leí las decenas de posts de mi amigo El Alquimista. Bloggero consumado y empedernido que ha descubierto en la prosa rápida y vivaz un medio desenfrenado de expresión sobre temas mundanos y algunos más densos pero igualmente amenos. ME DIO ENVIDIA!!!, I must confess. Después de todo, el talento se desarrolla, no es un paquete infalible que uno tiene y puede usar con la misma nitidez, sobriedad y experiencia cuando a uno se le plazca. Si quieres ser escritor, pues escribe, y mucho. Esto último me lo dijo Ivan Thays en un curso de escritura narrativa que llevé con él. No puedo pretender que, habiendo escrito mi último post el 9 de enero, hoy me siente frente a la computadora y me salgan maravillas. Oh, que talentoso. Mis manos consquillean el teclado como un fisioterapeuta experto a la espalda de una bella mujer. Puedo cerrar los ojos y mi mente se conectará con mis dedos y producirán historias fascinantes, dignas de publicación. Bull shit!!!

A ver si me pongo a escribir un poco, que hasta mis dedos terminarán por entumecerse, y la conexión con mi mente, automática o no, real o ficticia, dejará de ocurrir. Y así, luego de algunos años, sólo podré escribir palabras en el aire, que nadie, ni yo mismo podrá leer.

Las palabras se las lleva el viento, no dicen?

09 enero 2007

Sans La Musique, La Vie Serait Une Erreur


Esta frase de Nietzsche describe perfectamente lo que para mí representa la Música. Lo escribo así, como nombre propio, porque la Música es una sola. Está compuesta por millones de elementos, los cuales a su vez también se componen de más elementos. La Música es, pues, un cuerpo en sí mismo, que tiene vida y genera vida. No poder sentir ese cuerpo abrazándome permanentemente es como advertir que mis venas se secan y no llevan más mi sangre.

Cómo explicar en tono menos melodramático lo que la Música significa en mi vida. Trataré de explicarlo de forma sencilla, repasando evidencias y no conceptualizando. Estoy escuchando una canción de Depeche Mode. Digamos "Behind The Wheel", la versión de estudio. Siento ese ritmo adentro. No me envuelve. Es al contrario, va llenando cada espacio vacío que tengo dentro del cuerpo. Como si estuviera cargando pesas y mis músculos se van hinchando hacia afuera. Mi piel se estira, se tonifica. Si veo lo que ocurre en un concierto, es peor aun ( o mejor). Además del efecto de hinchazón corporal, mis poros se cierran, y los vellos de mis brazos se erizan en un instante. Esto me puede ocurrir siempre con la misma canción.

Mis canciones favoritas? Depende de en qué minuto me haga la pregunta. He tenido canciones favoritas por días, otras por meses, otras años. Estas últimas suelen ser parte de la mayoría de mis cassettes o CDs grabados, combinadas con las favoritas del momento en el que el cassette o el CD fue concebido. Algunas de estas egoistas canciones, que no ceden su lugar a otras tan buenas y que estoy dispuesto a sacrificar por preservar a las engreídas, pueden ser "Fall at Your Feet" de Crowded House, "If You Leave" de OMD, "There is a Light That Never Goes Out" de The Smiths, "Enjoy the Silence" de Depeche Mode; y más recientemente "It's Not" de Aimee Mann, "Noah's Dove" de 10,000 Maniacs, "Elsewhere" de Sarah McLachlan, "Divine" de Mira, "Sonet" de The Verve. La lista podría ser infinita. De nuevo, si esto lo escribiese mañana, tal vez la lista cambiaría.

Lo cierto es que no puedo tener un segundo de no-pensamiento en el que la Música no lo llene. Esta espacio, tan escaso y preciado en estos días agitados de arduo trabajo y estrés que anulan la capacidad de pensar, es invadido por la Música. Ella logra colarse en mis neuronas y las llena para no morir en el bullicioso silencio del vacío mental. Así como el movimiento perpetuo del corazón permite que la sangre fluya en nuestras venas sin burbujas de aire, la Música proveniente del subconsciente o del más reciente consciente puebla mi cerebro para que los espacios en blanco no me originen una parálisis.

Dándome la licencia de parafrasear a Nietsche cuando dice "Sin la música, la vida sería un error", me permito inclusive alterar ligeramente la frase pero significativamente el mensaje: para mí, sin la música, sería un error vivir.

08 enero 2007

Las Cosas Simples (Parte 2)


Luego de algunas conversaciones y algunos comentarios dejados en mi blog, he logrado reunir cosas y situaciones muy simples que me causan felicidad real. Estas cosas y situaciones, sin embargo, no son determinantes y pueden cambiar repentinamente, si he de encontrarme con alguna cosa simple o verme envuelto en alguna situación simple que me causen real felicidad.

Tampoco quiero que esta lista se tome como una autodefinición. No creo que estas cosas y situaciones que me dan feliciad puedan definirme. Acaso sólo dejan asomar una muy pequeña parte de mí: la de los momentos felices basados en cosas simples. Existen muchos otras cosas y situaciones relacionadas a mí que pueden llegar a explicarme de manera mucho más exacta, y que no tienen necesariamente relación con la felicidad. Hace muchos años escuché una frase en una película irlandesa que me dejó marcado el verdadero concepto de la felicidad. No la recuerdo con exactitud, pero decía algo como "la felicidad como estado de ánimo no existe realmente. Nosotros tenemos momentos felices, que son escasos o muchos, dependiendo de las expectativas de cada uno, pero ellos, ni sumándolos nos permiten afirmar que somos felices, porque tampoco podemos afirmar que somos tristes". En este punto debo resaltar la maravillosa ventaja que tiene el español como idioma, ya que nos permite distinguir con verbos distintos entre el ser y el estar. Así, nosotros podemos "estar felices". Cuánto dure ese momento, ese estado, dependerá de la intensidad del estímulo que lo causó. Pero me parece demasiado pretensiosa la frase "soy feliz", por no decir que es una falacia.

En fin, aquí va mi lista. Si a alguien no lo hace feliz, me vale un cuerno.

1. Ver las olas reventar en riscos y piedras enormes y escuhar el sonido de la espuma al caer sobre ellos.
2. Terminar un libro maravilloso y abrazarlo por cinco minutos contra mi pecho.
3. Ir a una disco underground y bailar sólo al ritmo de las mejores bandas new wave y techno.
4. Caminar por la calle Isidora Goyenechea en Santiago de Chile, por la noche en silencio.
5. Tomar un espresso en un café con mesitas y sillas estilo parisinas, con un buen libro, mientras ausculto a la gente que pasa delante mío.
6. Tener tiempo para escribir y hacerlo (escribir, me refiero)
7. Revolcarme en la arena caliente después de salir del mar.
8. Jugar con mis uñas después de habérmelas arrancado
9. Recibir saludos por mi cumpleãnos de la gente que menos espero (la mayoría, ya que no hago muchos méritos para que se acuerde nadie).
10. Comer chocolates Frigor de Cailler (de los que vienen en pequeños y delgados cuadraditos).
11. Escuchar Nocturnos de Chopin para Cello y Piano mientras sostengo una buena conversación (esto suen un poco snob, pero qué puedo hacer, me da felicidad).
12. ... voy a pensar un poco más para encontrar otros ejemplos.

04 enero 2007

Las cosas simples

Hoy me fui a comer sushi con mi hermana y mi mejor amigo. Fue un almuerzo como cualquier otro. Bromas, conversaciones sobre conocidos comunes, algunos rajes entre rolls y uno que otro chismesito para terminar de sazonar los temakis. Sin embargo, de un momento a otro nos pusimos serios y solemnes. Creo que fue justo cuando T, mi amigo, lanzó el tema de su blog, luego de un ligero silencio que aparentemente lo incomodó. Buscó rápidamente un tema y encontró en la reciente actualización de su blog un tema que daba para volar. Y voló. Entre tecnicismos relacionados con el posting y el upload de fotografías, emergió súbitamente el asunto de su último posteo: las cosas simples que me hacen feliz. Mi hermana, exºerta en disfrutar de las cosas más simples (naturaleza, pequeños adornos, delicias gastronómicas de escuetos presupuestos) no dudó un instante para agregar a la ya interesante lista de cosas simples que dan felicidad a T, el hecho de saltar sobre un charco y notar su reflejo en movimiento mientras ella está en vuelo. Algo tan prosaico pero singular. Sin lograr traer de mi memoria alguna cosa, un objeto o situación que se acercase al salto del charco de mi hermana y que me diera real felicidad, empecé a preguntarme si sería capaz de ser genuinamente feliz al saltar un charco y ver mi reflejo al vuelo. Esta vez no dudé. Mi respuesta inpensada fue no. Eso defiitivamente no me da felicidad. Pero empecé a preocuparme al notar que no era la situación la que no denotaba ninguna emoción en mi lo que realmente importaba, total, el salto del charco tampoco está en la lista de T. Lo que me causó angustia fue comprobar que la simplicidad de esa situación era tal, que no me creía capaz de encontrar algo tan simple que me brindara un momento de felicidad.

Mi primera intención al empezar a escribir este post era hacer mi lista. Sí, mis top ten simple happiness moments. Ahora que releo lo que escribí me imagino que necesitaré un poco más de tiempo, introspectivo y cuestionador, para poder revelarme a mí mismo cuáles son las cosas por las que vivo y que sin esfuerzo, gasto ni dolor, me pueden hacer feliz, aunque sea por un segundo o, si tengo suerte, más tiempo. Ojalá encuentre mi lista. No es cuestión de deseo, es necesidad.