12 mayo 2010

Qué tarado era - ¿soy?

Ahora que tengo 40 y menos puedo decir categóricamente que, después de los 20 y hasta más o menos los 24 años, era un tarado completo. No es que babeara ni hablara como mongo, pero mi supuesta gran inteligencia, o mejor dicho, la enorme sombra que proyectaba mi ego me impedía ver lo tarado que era. Me refiero a la forma de comportarme con otros. Ahora que veo a mi hija menor de 3 años hacer berrinchitos por cada cosa, para llamar la atención de propios y extraños, me avergüenzo, porque veo esa conducta muy parecida a la que tenía yo en mis "early-20's".

A los 21 años - puede haber sido antes, pero no importa - hacía hasta lo imposible por decir quién era, cómo pensaba. Funcionaba como un producto en lanzamiento: vendiendo aquello que lo hace único y lo diferencia del resto. Así iba yo, con mi pauta publicitaria a flor de piel - y de boca - haciendo que todos noten lo diferente que era del resto, de la chusma limeña. retrógrada y limitada por no ver lo que yo ya véia, por no pensar lo que yo ya pensaba, por desconocer lo que yo ya "dominaba".

El otro día un tal Falcon19 comentó un post que publiqué en mi otro blog Baja-de-tu-nube, y su postura me llamó la atención. Empezaba criticando la extensión de mi blog - el cual tenía el ridículo tamaño de sólo cuatro párrafos - y terminaba resumiendo - para que me quedara claro - que debía acortar mis posts para que sean dignos de este visitante. Por supuesto me piqué - otra de las conductas características de este servidor - y contesté rápidamente. Pero la curiosidad por saber de quién se trataba me llevó a su blog, total, eso es lo que sucede en este ambiente ¿no?: tú me visitas, yo te visito; tú me comentas, yo te comento. Al leer sus dos últimos posts me hice una imagen de este personaje, y el juicio al cual esta imagen me llevó me dejó inquieto.


Falcon19 debe tener, o tuvo hace poco, 19 años. Eso de llamarse Halcón en inglés ya resulta prosaico, pero este elemento es sólo anecdótico. Los dos posts se referían a "revelaciones" sobre temas religiosos, donde nuestro amigo - o amiga, no sé - se esforzaba por aclararnos temas fundamentales de la doctrina cristiano-católica que él "ha visto". Osea, los demás no pues. Más allá de lo que decía, la forma de expresar su pensamiento me recordó a mí mismo a esa edad - si es que tiene 19, si tiene más, algo anda mal con este sujeto. Era un alguien que se siente nadie diciendo "aquí estoy". Es decir, la misma actitud petulante y por encima del resto que percibí en su comentario a mi blog.

Pero dejemos a nuestro halcón por un momento, ya que quería que este post fuera una autoreflexión. Ir con la banderita de la diferenciación, del "yo soy único", enarbolada y ondeando por donde vaya es una postura legítima de la mayoría de adolescentes y jóvenes. Nuestra propia inseguridad a esa edad, por no saber quién queremos ser finalmente, nos hace refugiarnos en casilleros donde creemos saber todo. El casillero es chico y podemos dominarlo poniéndonos en la esquina espalda contra pared. Es fácil ubicarnos: "ah sí, es ése, el de la esquina de allá". Es fácil para uno mismo ubicarse y así tener identidad propia, ya que no sabemos en ese momento que esa supuesta identidad que queremos reflejar ya la han tenido millones de personas antes que nosotros y la tendrán un millón más después. Pero qué más da. En nuestro diminuto entorno me hace ser alguien, único y diferente para el resto, aunque me consideren el "único tarado" por ser como soy. Esta necesidad de diferenciación me hizo altanero, irrespetuoso con otros, incluso con personas mucho mayores y con mucho más kilómetros vividos. Me hizo irreverente y pretensioso. Cuando el reflector no estaba sobre mí tenía que salir con algo para que la luz me ilumine un poco y no pierda protagonismo: religión, política, temas filosóficos, y cualquier asunto que pueda enronchar a otros eran mis preferidos.

Hoy, gracias a Falcon19 - me inspiraste pues - puedo reconocer que la humildad te hace humano - será por eso que las dos palabras empiezan muy parecido. Uno puede pensar como quiera, pero reconocer que los demás también piensan como ellos quieren y no cómo uno quisiera que lo hagan es una cualidad que, aunque parece muy lógica y hasta obvia, sólo se desarrolla con los golpes que uno recibe a cambio de los que uno da siendo un tarado. El problema es que cuando se ha sido tarado, y muy tarado, las taras no desaparecen del todo. Por eso, los inteligentes nunca dejan de cambiar: allí reside la verdadera sabiduría.

Salut

1 comentario:

U dijo...

Pues para tener 40 tacos, "luchas" bastante para que quede claro lo que piensas, ¿eres profesor?